Mi hijo de apenas 22 meses se ha enamorado de un trasto viejo y oxidado tan lleno de ternura como de conexiones eléctricas.
La película de la que os hablo se estrenó justo el mismo día en que Pablo nació y narra la vida de un robot que durante 700 años habita sólo en la tierra. A lo largo de casi 2 horas nos narra como vive Wall-E en su soledad y, escenas más tarde, nos cuenta cómo nace su amor por una avanzada e impecable "robota" del futuro, que viene a explorar el planeta en busca de vestigios de humanidad. La historia se va complicando llevándonos de la mano por un argumento que bien podría darse realmente en el futuro y que, siendo de Disney, no se resuelve de manera excesivamente pastelosa.
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Es un cuento precioso, lleno de imaginación, lleno de fantasía, lleno también de intenciones de concienciar sobre el futuro del planeta y de la humanidad misma. Es una historia llena de matices y detalles que te emocionan. Esos ojitos (ojotes más bien) te enamoran en la primera escena. Wall-E está lleno de sensibilidad e inteligencia. Es simpático y generoso. Y porque mi hijo también así lo considera le dedico esta mi tercera entrada. Supongo que la mayoría ya la habréis visto; los que no, ya estáis tardando.
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