Nunca crecí rodeada de libros; a lo largo de mis primeros 5 años de vida quizá pude acumular unos pocos. Mi infancia estuvo marcada por gente buena, cariñosa, por gente educada, pero no me crié en un ambiente donde la cultura fuera sobresaliente. Y todo esto lo digo no como una crítica, sino como una manera de entender que el amor por los libros no sólo habita en los que nacen rodeados por ellos.
Siempre me ha gustado leer, inventar, imaginar... Me encantaba coger "el" Atlas (uno para todos y todos para uno) de mis hermanos y jugar a que viajaba, marcando con lápiz (los libros sólo se podían rayar con lápiz) los lugares donde soñaba ir algún día
Recuerdo con especial cariño un libro, en realidad dos. Editados el año 1970 en Francia; la protagonista era una niña llamada Martita. La colección se llamaba Campanilla y los dos títulos de los que os hablo eran Martita va de viaje y Martita ama de casa. Os aseguro que no sabía leer, pero imaginaba sin cesar las mil y una vicisitudes por las que pasaba aquella niña en cada página. Martita tenía una amiga "de color negro" (decía yo) y eso me parecía superemocionante; ¡Martita era tan moderna! y nosotros, aquí en la Hispania, tan "catetos" (con cariño) en esa época. Me encantaba mirar una y otra vez los dibujos. Eran dibujos, sin más... Dibujos de los años 70. Sin más.
Diría que ya no existen cuentos como aquellos, pero, en realidad, no sabría deciros ahora mismo si eso es bueno o malo.:-)